miércoles, 4 de noviembre de 2020

GIRO 35 USO DE LA “E” EN EL LENGUAJE INCLUSIVO

 

Les golpeadores

les acosadores

les maltratadores

les manipuladores

les secuestradores

les torturadores

les ladrones

les perseguidores

les asaltantes

les delincuentes

les calumniadores

les destrozadores

les masacradores

les degolladores

les indolentes

les traidores

les invasores

les violadores...



martes, 27 de octubre de 2020

GIRO 34 CONCLUSIONES


Parecen muy a gusto con sus creencias, con sus actos, sus juicios y sus reclamaciones. Yo también tengo mis conclusiones, pero no me gustan para nada, me parecen feas, desaliñadas, de mala calidad... Tal vez por eso camino agachado, como si buscara algo que se me ha perdido, y no dando saltitos de alegría con las puntas de los pies o tan tranquilo y con la frente en alto como si ya supiera el meollo de la existencia del universo.



miércoles, 17 de junio de 2020

GIRO 33 EL COVID EN MÉXICO



Nos alcanzó el “que tanto es tantito”, el “a la viva México”, el “al ahí se va”, el “peor es nada”, el “tú éntrale y ya después vemos”, el “pero me entendiste, ¿no?” y todas nuestras frases posibles para no hacer cabalmente algo. Nos jactamos de nuestros remiendos, de nuestros aparentes ahorros, del ingenio del mexicano que con un cablecito, una corcholata o cualquier artilugio que iba para la basura mantiene encendida la luz, tapa una gotera o echa a andar un aparato. “Es que somos bien chingones”, “¡Viva México, cabrones!”.
España, para no ir más lejos, cerró escuelas y centros de trabajo. Desde el 14 de marzo inició el estado de alarma y todos obligatoriamente a quedarse en casa: todos confinados. Al que se sorprendía andando por la calle sin justificación alguna, y era muy fácil verlo, le caía una multa de mínimo 600 euros. Los trabajadores entraron en un programa implementado por el gobierno para no ser despedidos y recibir casi todo su salario. Surgió el teletrabajo y los aplausos a los médicos cada tarde. Había gente que no podía dejar de ir a trabajar presencialmente, para ellos se mantuvo, e incluso se duplico, el transporte a las horas pico. La sanidad pública mostró su fortaleza y se mantuvo en pie.
En el confinamiento, en el verdadero confinamiento, se sufrió. Un buen porcentaje de familias lo hizo en apartamentos de menos de 60 metros cuadrados y todos los niños no pisaron la calle sino después de 49 días, cuando el gobierno permitió que salieran en fases horarias.
Luego de más dos meses bajaron los contagiados y los muertos y empezó el desconfinamiento.
En México no es posible hacer un confinamiento obligatorio. Los invito a imaginarse a la policía mexicana actuando frente al incumplido. Lo siento, no hace falta imaginarnos nada después de lo de Jalisco. No existe la infraestructura para obligar, y al mismo tiempo poder ayudar, a la gente a quedarse en su casa. Nos alcanzó el sistema, no solo el político, sino también nuestro sistema personal, el que justifica nuestro terminar a medias o mal hechas las cosas por los siglos de los siglos.
La curva bajó en España porque se pudo mantener a toda la gente en su casa sin importar si creía o no en el coronavirus. En España se pudo asistir económicamente a los que no podían ir a trabajar. En España pudo ser la atención médica la prioridad del gobierno. En México… ah, en México… aplaudo sinceramente a los mexicanos que pese a todos los inconvenientes han hecho la cuarentena y me uno a su sufrimiento y esfuerzo de seguir haciéndola en las semanas que faltan, porque, mientras la gente transite en las calles y en los supermercados como si nada pasara, seguirá en México la epidemia del Covid-19. Y me compadezco sinceramente de los que no la han hecho por el aluvión de desaciertos que nos han llevado a ser ignorantes y además jactarnos de ello. Pero es que “como México no hay dos”.



martes, 26 de mayo de 2020

GIRO 32 EL ANUNCIO DE JESÚS




Una constante de la vida de Jesús es la oposición a lo que se tiene como socialmente valioso. Juan el Bautista, quien le preparaba el camino, era un andrajoso que vestía con pieles de animales. Su vestimenta hacía notar que su mensaje no cuadraba con lo socialmente aceptado y establecido, sino que tenía como centro algo muy distinto.
        Jesús y sus discípulos constantemente escandalizaban a la gente, y no se diga a los sacerdotes, con su comportamiento, tan suyo, tan desatento al reconocimiento social.

      El enemigo a vencer es lo que se conoce como la posición. La posición conlleva renombre, posesión, abolengo, conocimiento, etc. La posición es, obviamente, una diferenciación, mejor dicho una búsqueda de diferenciación; aún más, una búsqueda consciente de la diferenciación. Esa es la trampa.

       Jesús era rabí, maestro, para sus discípulos, pero nada le impidió acercarse y convivir con los despreciados, hacerse uno más entre la multitud, incluso llegar a ser el más humillado. Jesús estaba muy lejos de pretender alcanzar una posición dentro de la estructura social. Obviamente, su insistencia en la semejanza, en la cercanía con sus discípulos, en la idea del prójimo, en la hermandad… lo hizo diferente, pero con el objetivo de contagiarnos de la libertad humana de poder ser amigos de todos.

        El enemigo, o la trampa, es decir, la posición, o sea, la búsqueda consciente de la diferenciación social, nos impide brindarle la mano a quien lo necesita y peor aún, al que podemos ayudar sin mucho esfuerzo. Recuerdo el día en el que mi coche, a causa de la lluvia, patinó, se subió a una banqueta y chocó contra un árbol. La rueda estaba trabada y yo aturdido. Pero, una persona (no la del coche que venía detrás de mí, por cierto) bajó de su camioneta, se echó al suelo y destrabó la rueda con la fuerza de sus manos. El volante volvió a funcionar y yo pude regresar a casa. Aquella persona se mojó, se ensució y perdió su tiempo en su afán de ayudar a un desconocido. Qué gran tipo, y qué gran enseñanza me dejó.

             ¿Qué nos impide dar este tipo de ayuda?

         En estos días, se suele ver a los sacerdotes católicos dando consejos como una manera de cumplir su función sacerdotal en el confinamiento, pero he observado que todos ellos hablan desde su posición, con su alza cuello, con sus blancos o dorados vestidos, desde la diferenciación social de ser los elegidos, los pastores (acaso líderes) del rebaño. Desde esa posición socialmente venerada, o por lo menos así les gustaría, sus palabras me suenan huecas. Y me pregunto si alguna de esas voces impostadas me hubiera ayudado aquel día bajo la lluvia. A mí me gustaría conocer sacerdotes que se arriesgaran a no parecer sacerdotes, que no tengan miedo de que no los veneren. Qué lujo sería descubrir que ese vecino, sin ninguna traba para ayudar a los amigos, es además un sacerdote. 
           El anuncio que se haga de Jesús debe dejar en claro que no cuadra con la posición social, sino que tiene como centro algo muy distinto que no es de este mundo.