jueves, 27 de abril de 2023

GIRO 42 LA PERFECCIÓN Y SU BÚSQUEDA, EL VÍNCULO Y LA POSIBILIDAD O DIOS PADRE, DIOS HIJO Y DIOS ESPÍRITU SANTO


 Alma y espíritu

El alma es la fuerza vital.

El espíritu es lo que nos distingue de los demás, lo que nos hace ser exactamente lo que somos a diferencia de los millones de personas que existen, han existido y existirán en el mundo. Cuando describimos individualmente nuestra forma de ser estamos describiendo nuestro espíritu. El significado de nuestro nombre propio es sobre todo nuestro espíritu.


Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo

Dios Padre es la perfección. La perfección del universo creado y la perfección que el hombre persigue de forma innata por ser, a su vez, parte de ella. El hombre que descubre y comparte su descubrimiento, científico o espiritual, a los otros hombres, los acerca al conocimiento de la perfección de la creación y los alienta al mismo tiempo a la búsqueda de la perfección como meta, ya no como entes individuales sino como humanidad. De esta forma, día tras día, el hombre descubre cómo explicar la perfección de lo creado caminando paulatinamente a ella como humanidad.

Dios Hijo nos indica el camino de la pervivencia de la humanidad, o sea, la pervivencia del hombre como ser grupal, como ser interrelacional. Nos da el conocimiento del vínculo que posibilita la  sincronía de todos los hombres del mundo para compartir el conocimiento de la perfección y caminar  para siempre hacia ella: el amor. El amor es cualquier acto o acción que promueva en la vida cotidiana la pervivencia de los hombres con miras al conocimiento de la perfección (como principio y como fin). El amor es el camino vital a la perfección.

El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesucristo. Hagamos el ejercicio de describir la forma de ser de Jesús de Nazaret, hijo de María y José. ¿Cómo era Jesús? Podríamos decir que era generoso, sabio, comprensible, amable, paciente, decidido, consolador, etc. Podríamos decir que las virtudes del Espíritu de Dios dichas por Isaías describen la forma de ser de Jesús (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, y temor de Dios. Isaías 11, 1-2). Jesús reúne en su persona las virtudes humanas, es único e irrepetible, como cada uno de los hombres de la historia, pero nos concede su Espíritu, es decir, la posibilidad de ser como Él. No imitadores ni, mucho menos, impostores de Él, sino otros Él, interrelacionados en la constante búsqueda de Dios, de la perfección de la creación y de la perfección como destino y meta.