jueves, 3 de junio de 2021

GIRO 39 LOS PROFESORES DEL CAOS

 A todos los padres nos interesa mucho saber qué personas estarán a cargo de la educación de nuestros hijos en la escuela. También se suele reflexionar sobre la idoniedad de la persona que los podría cuidar en casa si nos tuviéramos que ausentar algunas horas.
Existen carreras universitarias especializadas en educación y suele suceder que los maestros son especialistas en su materia, por lo menos así pensamos que debería ser y así nos gustaría. De los profesores esperamos preparación, experiencia y buenas maneras.
Incluso, los medios de comunicación clasifican los contenidos que emiten, quizá por no atentar contra las leyes, más que contra la buena salud mental de los niños, hasta hay ocasiones que se habla de censura.
Queremos buenos profesores, nos hacen falta, y nos gustaría mucho que los niños, los  jóvenes y cualquier miembro de nuestra familia no vieran programas inadecuados en la televisión, sin duda. 
Sin embargo, esto que digo, parece ya añejo. Lamentablemente, la realidad que entra por los sentidos de una mayoría de niños (el input intelectual) es la de los videojuegos y por consiguiente, la de los youtubers y de la imposición, casi siempre perversa, de los megadatos. 
Aparentemente inmóviles, cada día un gran estrés se apodera de los niños de nuestro tiempo. La angustia de ser perseguido, atacado y muerto, o de dar muerte, no es ficticia desgraciadamente. Esa vivencia angustiosa del videojuego es real en su química corporal. Así lo dejan ver los gritos desquiciados, los berrinches, las palabras malsonantes (muy malsonantes) o el enaltecimiento de los ojos rotos por tranmisiones de 24 horas de juego en directo que emiten sin ningún pudor los youtubers, líderes del caos.
Son millonarios en euros y  en suscriptores, salen en anuncios y programas de televisión y, por si fuera poco, venden libros. El contenido de los libros no es diferente y, por supuesto, nadie lo clasifica como inadecuado para niños: obscenidades, palabrotas, consejos muy lejos de cualquier ética (cómo podría ser de otra forma?) Todo esto frente a la mirada paciente e incrédula de los padres que van dejando, poco a poco, a sus hijos en las viles manos de esos señores youtubers y creadores de videojuegos, especialistas, eso sí, del caos y del desastre.